martes, 24 de noviembre de 2009

Los generales

Por Javier Ibarrola

Con base en el artículo 32 de la Ley de Ascensos y Recompensas del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, y “atendiendo preferentemente al mérito, aptitud y competencia profesionales”, el pasado día 20 se sumaron a la plana mayor de las Fuerzas Armadas, seis Generales y tres Almirantes.
Cada año, la mayoría de los 300 mil hombres que conforman las fuerzas armadas en todas sus armas y servicios son sometidos a exámenes muy rigorosos para ascender al grado inmediato superior.
En los tres años del actual gobierno 14 generales del Ejército y uno de la Fuerza Aérea, así como nueve Almirantes han alcanzado el grado máximo del escalafón militar, al tiempo que ingresan a la carrera para ocupar la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría Marina-Armada de México.
Por lo que se refiere al Ejército, los ascensos a divisionario recayeron en su mayoría en hombres al mando de tropas como Rafael de Jesús Ballesteros Topete -62 años de edad- quien ya ocupaba la XII Región Militar con base en Irapuato, Guanajuato. Anteriormente comandó la 21 Zona Militar, en Morelia, Michoacán, tras el asesinato del general Mauro Enrique Tello Quiñones, ocurrido en Yucatán.
René Carlos Aguilar Páez -61 años- ocupa la VI Zona Militar, en Veracruz.
Rubén Venzor Arellano -61 años- la 20ª Zona Militar en Colima.
Virgilio Daniel Méndez Bazán -61 años- Rector de la Universidad del Ejército y Director de Educación Militar.
Luis Arturo Oliver Cen -61 años- Subjefe Operativo del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Actualmente aparece con frecuencia en la televisión junto con funcionarios de la Procuraduría General de la República para hacer los anuncios principalmente de la detención de los capos mayores del narcotráfico, por más que su posición en el Estado Mayor es de mucho más relevancia.
Esta promoción es muestra clara de que el actual secretario ha cumplido con las líneas que marcó desde el principio de este gobierno en cuanto al trabajo que realizaría el Ejército.
En ese entonces, jefes y generales coincidieron en decir que su designación fue muy afortunada para las fuerzas armadas, porque les dijo a los directores y comandantes que ejercería el mando con democracia, amistad y con gran lealtad.
Con democracia, porque no centralizaría el mando y le daría poder de decisión al subsecretario, oficial mayor e inspector general hasta el último sargento. Con amistad porque las cosas se deben hacer por convicción y no por temor al mando. Con lealtad, porque el mando sería hacia el mando supremo y hacia los subordinados. En una palabra, haría lo posible por mejorar la condición de trabajo, equipamiento, instalaciones y haberes para todos.
Han pasado tres años desde entonces y no hay duda de que ha seguido su línea.
Sin embargo, y a pesar de la apertura de las fuerzas armadas hacia la sociedad, no se pierde ninguna oportunidad para fustigar a los militares, tanto física como políticamente.
Un aspecto que se ha descuidado es la presencia de militares en el Congreso de la Nación que coadyuven en la formulación de las leyes y reglamentos, que presionen los presupuestos de las fuerzas armadas, para con ello se eviten las simulaciones y se les otorgue lo justo para el desempeño de sus misiones y de obligaciones.
Y no se atiende este tema porque los legisladores militares que ya retirados ocupan una curul, responden más a las prebendas de las dietas que a los intereses de las fuerzas armadas.
En otro rubro, las tesis jurisdiccionales sobre la participación de las fuerzas armadas en éste tema se esgrimen con singular alegría, pero el efecto de otras autoridades y la justicia no se hace sentir o no corre paralelo al esfuerzo militar o de plano, registra un contrasentido.
El alto mando militar no ha vuelto a insistir sobre el tema desde febrero pasado, quizá porque las encrucijadas que hoy enfrenta el gobierno de Felipe Calderón no las puede hacer suyas, ni por razón de Estado.
El llamado del secretario de la Defensa Nacional al Congreso para que de espacio a un debate sobre la participación de los militares en el combate a la delincuencia organizada, ha quedado en el archivo.
Algunos políticos consideran un peligro darle mayores funciones al Ejército.
Por fortuna, el soldado mexicano no abriga ambiciones anticonstitucionales y sólo responderían a un caos institucional, si el país estuviera en peligro de hundirse, como parece estarlo.
Por eso, a los militares hay que agradecerles más lo que no hacen que lo que hacen.


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