martes, 22 de septiembre de 2009

El ejército apoya el cambio

Por Javier Ibarrola


Cuando Ernesto Zedillo vio que el país se le deshacía en las manos apenas al inicio de su gobierno, llamó a Los Pinos a todos los altos jefes militares para explicarles las bondades de la “Alianza para la Recuperación Económica” que echó a andar en noviembre de 1995.
Aunque el general Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa Nacional había dicho que “la historia es más importante que la economía”, en esta ocasión no pudo menos que decir que “en las fuerzas armadas no queremos escatimar presencia, actitud, ánimo y acción para coadyuvar de manera efectiva y entusiasta a esta recuperación”.
Desde luego que la reunión de generales con Zedillo no fue sólo una lección de economía, sino la ocasión para acabar de echar por tierra el pánico que causó un rumor venido del extranjero en el sentido de que en México el Ejército había tomado el poder.
El Ejército brindó su apoyo a Zedillo aunque la Alianza fue un fiasco.
Y es que como lo dijo otro general, Gerardo Clemente Ricardo Vega García, secretario de la Defensa Nacional en el gobierno de Vicente Fox, “…este Ejército de cuño constitucional siempre cumplió con lo que se le ordenó como razón de estado. Registra como cada gobierno hubo de encarar sus propias encrucijadas, y allí estuvo el Ejército para asumirlas como propias. Y hoy, continuará cumpliendo con disciplina y obediencia las tareas que el presidente de la república ordene”.
El Ejército entonces vio como el gobierno de Fox caía de encrucijada en encrucijada y no tuvo más remedio que hacerlas suyas, ya sea por razón de estado o para evitar el caos. “El Ejército sabe todo lo que pasa en el país, lo malo es que lo diga un militar”, palabras de Vega García.
Hoy el gobierno de Felipe Calderón encara encrucijadas de alto riesgo y ante el rechazo de múltiples sectores de la sociedad a sus propuestas de cambio, el Ejército, una vez más, las hace propias.
Apenas hace unos días, durante la ceremonia de clausura e inicio de cursos del Sistema Educativo Militar, el secretario de la Defensa, general Guillermo Galván Galván, llamó a “secundar la convocatoria contundente del señor presidente de la república para impulsar las reformas de fondo que México requiere”.
Claro está que el alto mando militar es hoy más precavido en su discurso, pues el caos está más cerca que antes y basa su convocatoria de apoyo en el hecho de que la delincuencia y sus nocivas secuelas “son visibles en la estabilidad de las instituciones públicas y privadas. Ello, impacta el entramado del Estado mexicano y pone en riesgo nuestro devenir”.
Pero el apoyo militar a los cambios propuestos por Felipe Calderón pueden llevarlo a encarar su propia encrucijada.
Ya surgió la primera confrontación seria sobre las reformas de fondo propuestas por Calderón y apoyadas por el Ejército, cuando la industria cervecera rechazó el plan fiscal para 2010 por “regresivo, inflacionario e inequitativo”, además, las modificaciones “impactan negativamente la certidumbre jurídica”. Y dejan ver que están dispuestos a detener las inversiones millonarios que estaban ya aprobadas en el sector. (El Universal, 21 de septiembre de 2009).
El pasado sábado, relata Carlos Mota en su columna de Milenio diario del lunes 21, que las oficinas de Industrias Peñoles en Polanco fueron cateadas por la autoridad. Alberto Bailléres está al frente de tan importante empresa. Otra encrucijada.
Los hechos se encadenan. El 15 de septiembre, cuando salen de Ciudad Juárez fuerte contingentes militares, ese mismo día hay otra matanza de adictos a las drogas internados en una institución privada. Fue la segunda en menos de un mes. Pero el secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont está seguro de que el narcotráfico sucumbirá pronto, “gracias a las acciones que emprende el Ejército en todo el país”.
Sin duda, como lo dijo el general Galván en la ceremonia citada, en el ámbito interno, enfrentamos el desafío de poner un alto a la delincuencia organizada, vector de inestabilidad que amenaza la seguridad nacional.
Pero hay otros vectores de inestabilidad, como los económicos a los que el Ejército no enfrenta, aunque dirá sin duda que no le corresponde. El gobierno de Felipe Calderón está jugando el papel de un médico medieval que pretende curar al enfermo con punciones para desangrarlo. Y los demás sólo miran.
El cierre de tres secretarías dejará a diez mil personas sin empleo que habrán de sumarse a los millones de desempleados en todo el país.
El aumento de impuestos ya motivó un levantamiento empresarial y manifestaciones sociales que no por aisladas no puedan llegar a conectarse peligrosamente.
Esa es parte de la encrucijada del actual gobierno y que el Ejército ha hecho suya porque se le ordenó como razón de estado o por simple disciplina y obediencia al presidente de la república.
El alto mando militar siempre recurre a la divisa de colocar al Ejército “permanentemente con su pueblo”.
Hoy se apegan mejor al hecho de que “en la fragua miliciana nos sumamos al llamado de nuestro comandante supremo, y refrendamos el compromiso de estar cada día más y mejor adiestrados para marchar alineados con el proyecto de nación”.
Eso estaría muy bien si en el “proyecto de nación”, por ejemplo, se contemplara la mejoría de millones de mexicanos en la extrema pobreza.
Con ellos habría que marchar, antes de que fuera demasiado tarde.

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