Por Javier Ibarrola
En días pasados, el 14 para ser exactos, el procurador General de la República, Eduardo Medina Mora, participó en el Ciclo de de Conferencias de Actualización Judicial auspiciado por el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.
Fue una de esas actividades que parecieran de rutina, pero que al zambullirse en su contenido se descubren los orígenes y las causas de la crítica situación que vive el país en cuanto a seguridad pública.
Medina Mora es un hombre que difícilmente esconde la realidad en la que vivimos y, sobre todo, un hombre que no escatima oportunidades para advertir de los peligros a los que nos enfrentamos todos los días.
A pesar de que la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, que lo está y mucho, se ha vuelto un escaparate de cifras, hay verdades que pesan demasiado sobre la sociedad mexicana y cuyos significados no sólo han alentado la “cultura de la muerte” sino que han puesto en riesgo la salud de la juventud mexicana y ocasionado una escalada de violencia sin precedentes.
Durante su exposición, sólo quien no quiere verlo así, Medina Mora plasmó un panorama poco halagador, por más que la recién aprobada reforma constitucional de seguridad y justicia tende precisamente a dejar atrás “un sistema cerrado, lento, burocratizado en extremo, con poca participación de los jueces y vulnerable a práctica de corrupción”, para alcanzar uno “transparente, equitativo, con pleno respeto a las garantías procesales de víctimas e inculpados, que garantice la reparación del daño y en los jueces tenga el papel protagónico que les corresponda en la impartición de justicia”.
La Procuraduría General de la República está consciente del abandono que durante mucho tiempo privó en las instituciones de seguridad pública y procuración de justicia, así como de la falta de un enfoque integral de seguridad nacional sobre el fenómeno del narcotráfico.
“Durante años el narcotráfico y el crimen organizado crecieron a la vista de autoridades y de la propia sociedad y, al mismo tiempo, se dio un proceso de diversificación del mercado de las drogas”, dijo Medina Mora en su intervención.
Como todo artículo de gran demanda, el precio de la cocaína ha experimentado cambios sustanciales, aumentando con ello la virulencia del negocio. Sólo en los dos primeros años del gobierno de Felipe Calderón, según cifras dadas a conocer por el procurador Medina Mora, el precio del gramo de la cocaína pura pasó en las calles de los Estados Unidos de 97 dólares a más de 200 dólares, lo que representa un aumento de más de 100%, y la pureza cayó 32%.
Una lluvia de cifras, es cierto, pero que no deben dejarse a un lado porque no se entenderían otros fenómenos colaterales, Por ejemplo, el tráfico de armas.
Las armas que sostienen el poder de los criminales y multiplican la violencia en México, provienen en un 90% de los Estados Unidos, y son vendidas en su mayoría a través de las doce mil tiendas o establecimientos registrados en aquel país, en las zonas más cercanas a México, de las casi 100 mil que hay en todo el país del norte.
Las armas entran a México por tres rutas bien establecidas, según revela un informe de la PGR del pasado 26 de marzo.
Una parte de Tijuana, Mexicali, San Luis Rio Colorado y Nogales y corre por todo el Pacífico.
Otra parte de Ciudad Juárez y recorre el centro del país, y la tercera de Cd. Acuña, Piedras Negras, Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, por el Golfo.
Las tres rutas de tráfico de armas convergen en Oaxaca, para de ahí partir a Tuxtla Gutiérrez y formar una cuarta ruta sureña a Balancán, Cd. Cuauhtémoc, Tapachula y Cd. Hidalgo.
El tráfico de armas es de suyo más difícil de combatir, dado que según las autoridades mexicanas en Estados Unidos no hay grupos delictivos dedicados a vender directamente las armas a los cárteles mexicanos, sino se hacen a través de los comercios establecidos.
Quizá por ello, la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, se mostró escéptica sobre la posibilidad de que una prohibición para la venta de armas de asalto en Estados Unidos contribuya a reducir la violencia generada por los cárteles de la droga en México, en parte, dijo a la cadena de televisión CNN, “porque ya existen grandes arsenales de estas armas en México”.
Poco, pues, habrá que esperar en este renglón de parte de los Estados Unidos y mucho nos queda por hacer para acabar siendo parte del mercado de consumo.
Porque para allá vamos. El consumo de cocaína en término de prevalencia entre la población de 12 a 65 años pasó de 1.3% en 2002 al 2.5% en 2008, más de doble.
En 2002, la edad promedio en que se probaba por primera vez la droga era de 14 a 16 años. Hoy está entre los 10 y 12 años.
Por otra parte, las fuerzas armadas han destruido en los últimos días sembradíos de mariguana hasta de diez hectáreas cada uno.
El cáncer se extiende y la delincuencia también.
Ahora se dice que el Ejército estará en las calles hasta el 2013, Luchando contra el narcotráfico, la delincuencia, ayudando a la población en todo tipo de contingencia y hasta ya se les ve en los estadios de futbol cuidando el orden en las tribunas. Parecería que falta poco.
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