martes, 23 de diciembre de 2008

Los errores y los horrores de la guerra

Fuerzas Armadas

Por Javier Ibarrola


La fotografía que publicó Milenio el lunes pasado, mostrando al secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galvan Galvan, pasando apesadumbrado frente a los deudos de los nueve militares ejecutados en Guerrero, no fue sólo una instantánea afortunada, periodísticamente hablando, sino la muestra más acabada de lo que ocurre hoy en el Ejército.
Al día siguiente de la ceremonia luctuosa de cuerpo presente de ocho de los nueve militares decapitados, acudí a la Secretaría de la Defensa Nacional para tratar de indagar qué había sucedido realmente en Guerrero.
En las oficinas y pasillos del enorme edificio de Lomas de Sotelo sólo se observaban caras largas. Se habían cancelado los convivios tradicionales navideños y todo mundo se empeñaba en su trabajo.
Se podía leer en los rostros la indignación que causó la brutal muerte de sus compañeros de armas, pero también se podía leer, y se dejó escuchar, un “¿hasta cuándo?”
El soldado no se queja por las bajas sufridas en una guerra, como la que se pretende se lucha contra el narcotráfico. Después de todo, para eso se prepara, para pelear y tratar de sobrevivir, aunque muchas veces no lo logra.
Hubo quien más abiertamente comentó: “Mientras existan los derechos humanos para los asesinos, ladrones, asaltantes, etc., todo irá de mal en peor. Por lo pronto ya le perdieron el miedo al Ejército. ¿Cuál es el siguiente paso?”.
Porque lo ocurrido en tierras guerrerenses no tiene nada que ver con una guerra. Los militares caídos no formaban, en el momento de su muerte, una fuerza de ataque o de defensa. Se trató de un grupo disímbolo en el que se contaba un capitán, sargentos, cabos y soldados de infantería. Igual un experto en informática, que un jardinero.
Uno a uno fueron levantados de diversos lugares por los delincuentes para después darles brutal muerte por decapitación. Quizá por eso el general Enrique Jorge Alonso Garrido, comandante de la IX Región Militar con sede en Chilpancingo, Guerrero dijo que había sido un “error” lo hecho por los delincuentes y que pronto recibirían toda la fuera del Ejército.
Más que error, lo ocurrido fue un horror dentro de una guerra amorfa en la que el Ejército parece debilitado por la dispersión de acciones y medios, “y tal vez, por la incertidumbre de nuestras alianzas”.
Ayer mismo salieron para Chilpancingo tres batallones de infantería de la Tercera Brigada, para dar con el paradero de los asesinos, porque al no haber técnicamente un enfrentamiento, se trató claramente de un asesinato en masa, que es lo que más duele a la familia militar.
Y duele más cuando su comandante supremo, el presidente de la república, los pone en un predicamento al señalar que los hechos del presente se deben a lo que se hizo en el pasado cuando gobiernos anteriores trataron de administrar el narcotráfico.
Con esa declaración se llevó entre las patas a todos por igual, olvidándosele los muchos muertos del Ejército y la Marina en esa lucha contra el tráfico de drogas.
Insiste, sin que nadie se lo pida que lo aclare, que su gobierno no negociará con el narcotráfico. Un error más en esta guerra, pues tal parece que no se ha dado cuenta que a los señores de la droga ya no les interesa negociar con él. Si son capaces de asesinar brutalmente a miembros del Ejército, la institución más fuerte y sólida para hacerles frente, para qué negociar con ellos.
El gobierno de Felipe Calderón tiene que decidirse por uno de los dos únicos caminos que le queda: acabar con la violencia o acabar con el cultivo.
Esa es la disyuntiva. Y para eso todos sus hombres e instancias tienen que jalar parejo, y no dejar sólo al Ejército en este conflicto.
El general (retirado) Jorge Lugo Cital, sostiene en un trabajo titulado “La Seguridad, como elemento social desconocido”: No sólo el presidente, sino los poderes Legislativo y Judicial, no toman en cuenta que el crimen organizado, como fenómeno social, también es dinámico, cambiante. Crecen la demanda y la oferta pero también sus formas de actuar, de allí que considera que otros gobiernos administraban, en el caso particular, el narcotráfico. Mientras no entiendan la esencia de narcotráfico seguirán dando ‘palos de ciego’.

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