miércoles, 26 de agosto de 2009

La muerte de un soldado

Por Javier Ibarrola


La guerra nada tiene de romántico o poético y, sin embargo, siempre hay tiempo para dejar una frase que queda para la posteridad, aunque nadie la toma en cuenta.
Platón, por ejemplo, decía que el final de la guerra sólo lo veían los soldados muertos, o el histórico general estadounidense Douglas MacArthur, quien al despedirse de la academia militar de West Point dijo que el soldado no muere sólo se desvanece.
El general George S. Patton arengaba a sus soldados durante la Segunda Guerra Mundial, diciendo que la guerra no se ganaba muriendo por la patria, sino haciendo que el enemigo muriera por la suya.
O en la Academia Militar de Saint-Cyr, en Francia, donde existe la máxima: “Ustedes oficiales que tienen el honor de guiar a los hombres a la muerte, queredlos y cuidarlos como si fueran sus propios hijos”.
En México, el Heroico Colegio Militar, no es tan es amplio en su visión poética, aunque considera su misión “Por el honor de México”.
Pero la muerte toca por igual a todos los soldados que son enviados a pelear toda clase de guerra o ninguna, pues basta con seguir al pie de la letra la disciplina militar, para dejar la vida en la carrera de las armas.
Y así como es lamentable la muerte de un general como Luis Roberto Gutiérrez Flores, (generación 1957-1960) muerto la semana pasada en el Hospital Central Militar, o el Teniente Coronel Carlos Peza Hernández (generación 1961-1964), lo es la de aquellos militares jóvenes que siguen muriendo en la llamada “guerra” contra el narcotráfico, como los dos capitanes asesinados recientemente en Chihuahua, y quienes ya ni siquiera el alcanzó el calificativo de “héroes” que en un principio les dio Calderón a las primeras bajas de esta “guerra”.
Y aunque el soldado se prepara para la guerra, lo que está ocurriendo en México lleva a los soldados no sólo a la muerte, sino al Ejército en su conjunto a un nivel de saturación por la desesperación gubernamental para tratar de frenar su debacle.
Esta “guerra” ya le significa a los militares altos costos en todos los sentidos, no sólo en sus vidas. Incluso ya se asomó el riesgo de que los militares sean juzgados por tribunales civiles en un intento recurrente por desacreditar el fuero de guerra.
De acuerdo con estudiosos del tema, la actual “guerra” contra el narcotráfico “desgastará y debilitará a las fuerzas armadas hasta en aspectos operativos y humanos”.
Los soldados mexicanos participan en operativos hasta por 40 días (con sólo cuatro días de reposo y descanso), dicen los analistas que se remiten a tratados como Maneuver warfare, an antology, compilado por Richard D. Hooker, Editorial Presidio, 1993, p. 145, donde se lee: “El estudio sobre la Segunda Guerra Mundial de Swank y Marchand determinó que después de 60 días de combate continuo, el 98 por ciento de soldados supervivientes se transformarían en bajas siquiátricas de un tipo u otro (el 2% restante, aptos para tolerar el combate permanente, tuvieron como característica común una predisposición a personalidades sicópatas agresivas)”.
De acuerdo con un trabajo de inteligencia se puede identificar a los batallones 12º en Morelia, 62º en Zamora, Michoacán y 40º en Cd. Altamirano, Gro., provenientes de la 21 zona militar. En junio el 40o actuaba en Coyuca de Catalán, Guerrero. El 7 de julio, el 40º apoyó en Zirándaro al 12º en un enfrentamiento con narcotraficantes, según reportes de prensa.
Previamente el 12º participó en la ubicación de narco laboratorios en Tocumbo en los límites de Michoacán y Jalisco.
Últimamente el ejército está echando mano de elementos del Servicio Militar Nacional para labores anti narcotráfico, esgrimiendo la necesidad de que entren en contacto con este tipo de misiones.
Y mientras aquí se sigue insistiendo en que los golpes contra el narcotráfico tienen a los líderes de los carteles al borde un ataque de nervios, en Estados Unidos permanece vive la advertencia sobre el peligro que corre México ante el empuje de las organizaciones distribuidoras de drogas, que supuestamente han amenazado la vida del presidente de la república.
Ante este panorama, según los analistas consultados “no habrá de pasar mucho tiempo antes de que el desgaste militar por la fracasada “guerra” calderonista, empiece a minar la estructura institucional del sector castrense.
“La acumulación de denuncias contra la actuación militar habrá de cobrar un alto costo para ese instituto, una vez que el principal responsable Calderón haya abandonado el poder, dejándole al ejército un expediente de abusos a los que habrá de responder”.

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