
La muerte del joven hispano mexicano Juan Camilo Muriño, a quien se le ha dado todo tipo de calificativos, desde el prototipo del nuevo político hasta el del “Cid Campeador” que habrá de acabar con los malos aún después de muerto, puso en jaque a todos los hombres del presidente que, salvo dos muy honrosas excepciones, no entendieron y parece que sigue sin entender lo que está en juego.
El desafortunado accidente –mientras no se diga otra cosa, y esa otra cosa habrá de conocerse hasta dentro de un año-, en el que murió el secretario de Gobernación Muriño, el ex procurador José Luis Vasconcelos y seis personas más que viajaban en el mismo avión, más un número de personas en tierra del que tampoco se sabrá pronto, tornó al presidente Felipe Calderón en un hombre partido en dos, del cual, sobre todo durante la ceremonia luctuosa en el Campo Militar Marte no se sabía dónde terminaba el presidente y dónde empezaba el predicador. Bienaventurados los que se pueden dar ese lujo.
Y ahí siguió el plañir panista hasta caer en la aberración sobre una realidad que desconocen. Ahora, según el presidente nacional del PAN Germán Martínez González, será por la “memoria” de Juan Camilo Muriño que el gobierno habrá de impedir que el narcotráfico siga haciendo de las suyas. Doble error: primero, el narcotráfico ya sentaba sus reales muchos años antes de que naciera Muriño y segundo, en menos de dos años al frente de Gobernación poco o nada hizo para combatirlo. Quien lo sustituyó en el cargo, el abogado Fernando Francisco Gómez Mont, pronto se deslindó de lo que no sabe, e hizo bien. El amigo y colega José Cárdenas le preguntó durante su programa noticioso sobre su responsabilidad de estar al frente del gabinete de Seguridad, como lo estuvo Muriño, y tropezándose con las palabras, el abogado se limitó a decir: “yo voy a servir a los demás”.
La tragedia aérea llamó a la crisis, alentó una metamorfosis en todas las líneas gubernamentales, tornando a los reporteros en especialistas y a los secretarios de estado en reporteros, como a Luis Téllez, el secretario de Comunicaciones, quien se paseó micrófono en mano por el lugar del siniestro tratando de explicar lo hasta ahora inexplicable.
Pero, por fortuna, no todos formaron en las filas de las plañideras. El duelo queda para las familias de los fallecidos, porque el presidente no puede ni debe mostrarse a la nación como lo hizo. El presidente debe serlo las 24 horas del día.
Por eso hubo dos hombres, dos responsables de las áreas más sensibles que actuaron más allá de la desgracia personal. A unos cuantos días del accidente, la Secretaría de la Defensa Nacional dio a conocer el aseguramiento de uno de los más grandes arsenales que haya capturado jamás: medio millón de cartuchos de diversos calibre, 288 armas largas (A-47 y AR-15); 14 fusiles “mata policías”, granadas, ametralladoras, lanza-cohetes y demás implementos de guerra, todo ello en Reynosa, Tamaulipas.
Horas después la Procuraduría General de la República difundió un boletín de prensa conjunto con una amplia relatoría de los “indicadores e gestión en contra de la delincuencia organizada”.
En lo que va del gobierno, por ejemplo, se han asegurado 69.2 toneladas de cocaína; aseguro 113.5 millones de pesos y 309.5millones de dólares; 25,657 armas, municiones, granadas, vehículos, etc.
Es decir, no hay tiempo para llorar, ni siquiera al amigo, o al menos hacerlo donde la nación no se entere. La tarea es ardua y no se le ve fin. Eso es lo que se interpreta con las acciones de ambas dependencias, sin dudas los dos pilares de esta guerra que debe ser sin cuartel.
Porque el propio procurador Eduardo Medina Mora, al hablar antier en la III Reunión de Alto Nivel México-Colombia sobre Seguridad y Justicia en esta capital, y revelar que existe una alianza entre los cárteles mexicanos y colombianos para producir y distribuir drogas, reconoció que se ha subestimado el poder del narcotráfico de estas organizaciones en su capacidad de generar violencia y terror.
El enemigo está ahí, dentro y fuera del territorio nacional, actuante, salvaje y decidido a todo. Sus miras siguen apuntando hacia arriba y no debe haber contemplación alguna al combatirlo. Lo que está en juego es el futuro de la nación, no la memoria de un hombre.
El desafortunado accidente –mientras no se diga otra cosa, y esa otra cosa habrá de conocerse hasta dentro de un año-, en el que murió el secretario de Gobernación Muriño, el ex procurador José Luis Vasconcelos y seis personas más que viajaban en el mismo avión, más un número de personas en tierra del que tampoco se sabrá pronto, tornó al presidente Felipe Calderón en un hombre partido en dos, del cual, sobre todo durante la ceremonia luctuosa en el Campo Militar Marte no se sabía dónde terminaba el presidente y dónde empezaba el predicador. Bienaventurados los que se pueden dar ese lujo.
Y ahí siguió el plañir panista hasta caer en la aberración sobre una realidad que desconocen. Ahora, según el presidente nacional del PAN Germán Martínez González, será por la “memoria” de Juan Camilo Muriño que el gobierno habrá de impedir que el narcotráfico siga haciendo de las suyas. Doble error: primero, el narcotráfico ya sentaba sus reales muchos años antes de que naciera Muriño y segundo, en menos de dos años al frente de Gobernación poco o nada hizo para combatirlo. Quien lo sustituyó en el cargo, el abogado Fernando Francisco Gómez Mont, pronto se deslindó de lo que no sabe, e hizo bien. El amigo y colega José Cárdenas le preguntó durante su programa noticioso sobre su responsabilidad de estar al frente del gabinete de Seguridad, como lo estuvo Muriño, y tropezándose con las palabras, el abogado se limitó a decir: “yo voy a servir a los demás”.
La tragedia aérea llamó a la crisis, alentó una metamorfosis en todas las líneas gubernamentales, tornando a los reporteros en especialistas y a los secretarios de estado en reporteros, como a Luis Téllez, el secretario de Comunicaciones, quien se paseó micrófono en mano por el lugar del siniestro tratando de explicar lo hasta ahora inexplicable.
Pero, por fortuna, no todos formaron en las filas de las plañideras. El duelo queda para las familias de los fallecidos, porque el presidente no puede ni debe mostrarse a la nación como lo hizo. El presidente debe serlo las 24 horas del día.
Por eso hubo dos hombres, dos responsables de las áreas más sensibles que actuaron más allá de la desgracia personal. A unos cuantos días del accidente, la Secretaría de la Defensa Nacional dio a conocer el aseguramiento de uno de los más grandes arsenales que haya capturado jamás: medio millón de cartuchos de diversos calibre, 288 armas largas (A-47 y AR-15); 14 fusiles “mata policías”, granadas, ametralladoras, lanza-cohetes y demás implementos de guerra, todo ello en Reynosa, Tamaulipas.
Horas después la Procuraduría General de la República difundió un boletín de prensa conjunto con una amplia relatoría de los “indicadores e gestión en contra de la delincuencia organizada”.
En lo que va del gobierno, por ejemplo, se han asegurado 69.2 toneladas de cocaína; aseguro 113.5 millones de pesos y 309.5millones de dólares; 25,657 armas, municiones, granadas, vehículos, etc.
Es decir, no hay tiempo para llorar, ni siquiera al amigo, o al menos hacerlo donde la nación no se entere. La tarea es ardua y no se le ve fin. Eso es lo que se interpreta con las acciones de ambas dependencias, sin dudas los dos pilares de esta guerra que debe ser sin cuartel.
Porque el propio procurador Eduardo Medina Mora, al hablar antier en la III Reunión de Alto Nivel México-Colombia sobre Seguridad y Justicia en esta capital, y revelar que existe una alianza entre los cárteles mexicanos y colombianos para producir y distribuir drogas, reconoció que se ha subestimado el poder del narcotráfico de estas organizaciones en su capacidad de generar violencia y terror.
El enemigo está ahí, dentro y fuera del territorio nacional, actuante, salvaje y decidido a todo. Sus miras siguen apuntando hacia arriba y no debe haber contemplación alguna al combatirlo. Lo que está en juego es el futuro de la nación, no la memoria de un hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario