Por Javier Ibarrola
• Las elecciones del pasado 6 de julio le habrán de causar tanto o más daño a Felipe Calderón que el golpe militar que sacó del poder en Honduras al presidente Manuel Zelaya.
El mandatario hondureño se quedó más solo que la una y ni Barack Obama, el nuevo Jesucristo superstar , lo habrá de regresar a su puesto.
Ahora cobra fuerza el juicio que cuestiona la presencia de Calderón entre un grupo de dictadorzuelos latinoamericanos, Hugo Chávez, el más significativo pues ya hizo creer el ingenuo de Zelaya que habrá de llevarlo a Tegucigalpa a lomo de un brioso corcel de acero pintado de verde y sentarlo nuevamente en la silla presidencial.
Y así se lo pregunta el general de Brigada (retirado) Jorge Lugo Cital, uno de los analistas más brillantes del Centro de Análisis y Opinión de Militares Retirados (CAOMIR):
“¿Qué hacía Felipe Calderón en Nicaragua al lado de Daniel Ortega, Raúl Castro, Correa y Hugo Chávez, condenando el supuesto golpe de estado en Honduras? Los medios información masiva lo colocan en una presentación televisiva, junto a las formas de gobierno de esos personajes, incluyendo los 45 mil soldados del Ejército mexicano que tiene Calderón en las calles de nuestra república”.
El análisis del general Lugo Cital se pregunta igualmente si el presidente Calderón había evaluado bien el supuesto golpe de estado, antes de retirar de Tegucigalpa al embajador mexicano.
“No creo que lo haya hecho. Por su mente debe haber pasado muy fugazmente, que no hace falta un ‘cuartelazo’; que los otros poderes pueden actuar con el apoyo de las Fuerzas Armadas, ante una crisis que tenemos presente y que pudiera agravarse ante la manifiesta ruptura del Pacto Federal. Pero aparte de todo esto, ¿cómo hará para componer su posición equivocada y expresada en la reunión del Grupo de Río en Nicaragua?”.
De ahí de la gravedad de los daños que acusará Felipe Calderón. La derrota en toda la línea sufrida por su partido, le deja por lo pronto la segunda mitad de su gobierno con un congreso en contra y un partido dividido. Su único y más fuerte aliado seguirá siendo el Ejército, a pesar de que el alto mando militar también se encuentra en la disyuntiva de hacer suyas las encrucijadas que enfrenta el actual gobierno, pues siempre ha cumplido con lo que se le ordenó “como razón de estado”.
Es cierto que un golpe militar no se justifica pero si se explica, como dice el general de División (retirado), uno de los pilares del CAOMIR, Carmelo Terán Montero, un hombre que pasó mucho tiempo en el sector de inteligencia militar.
Se explica, dice el general Terán, cuando hay un grave desencanto popular que hoy en México, afortunadamente, se manifestó únicamente en las urnas con el más profundo rechazo al partido en el poder.
Sin duda otro de los errores recientes de Calderón ha sido su actitud autoritaria, confiada en el respaldo indiscriminado del Ejército, como cuando dijo que el gobierno no pide permiso para actuar.
La disyuntiva de las fuerzas armadas consiste precisamente en obedecer o no a un mandatario quien ya no tiene otro aliado que la fuerza de los militares.
Calderón tomó muy en serio el cheque en blanco que le dio el Ejército en los primeros días de su gobierno: “No es difícil suponer la gravedad del riesgo en que el país caería, si las fuerzas armadas no ponen todo de sí para respaldar al jefe del Ejecutivo Federal, apoyo que es también indispensable de las demás trabes fundamentales de la vida institucional”.
A la mitad del camino, la insistencia del Secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván para acelerar el debate legislativo sobre las tesis jurisprudenciales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no llevan el único objetivo de legalizar la participación de las fuerzas armadas en las tareas de seguridad pública.
La laguna que no ha sido posible salvar se refiere a la situación legal que debe guardar el Ejército cuando en un supuesto caso el presidente rompa el orden establecido, burle la voluntad del pueblo y minimice la soberanía de los estados, en una palabra, rompa con el pacto federal.
Desde luego la sociedad mexicana ha madurado y sabe como castigar a quien le falla. Así se entiende lo dicho por Germán Martínez presidente del PAN al renunciar la noche del lunes pasado a su cargo: “No pude traducir en votos la popularidad de Calderón, como se pensaba originalmente podía suceder con una campaña de contraste que jugó con la guerra contra el narcotráfico como uno de sus ejes centrales”.
Pero ese es otro error. Los mexicanos no queremos presidentes populares, sino gobernantes eficientes. Al fin de cuentas Germán no falló. Convirtió la popularidad de Calderón en votos, pero votos en contra.
Y ya en sus últimas palabras, el ex presidente panista califica la guerra contra el narcotráfico como un eje de la campaña política del PAN.
El cuestionamiento es obligado: ¿Seguirá el Ejército prestándose al juego partidista? ¿Seguirá mandando a morir a sus soldados en aras de la popularidad del presidente? Por lo pronto algo que no debe olvidar es que entre la lealtad y la complicidad corre una línea muy delgada.
fuerzasarmadas@prodigy.net.mx
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